El Panteón de Santa Paula, Guanajuato
La primera sección de este cementerio, a manera de claustro con nichos y capilla, comenzó a funcionar en 1861. Muy tempranamente, apenas en 1865, fue exhumado un cuerpo momificado debido a las particulares condiciones del suelo. Ello derivó en el comienzo de visitas informales, casi clandestinas, para observar los restos humanos momificados que, debido a la caducidad de sus derechos de enterramiento, estuvieron depositados en una sala de servicio entre la capilla y el pórtico y que despertaron una creciente curiosidad pública.
Las Momias de Guanajuato fueron convirtiéndose en parte de los atractivos de la ciudad, al punto de ser incluida una imagen de los cuerpos en el Álbum Gráfico México en el Centenario de su Independencia 1910. Para 1907 se habían exhumado 87 momias y hoy en día la colección de más de cien cuerpos es observada con curiosidad morbosa por miles de visitantes anualmente. El Museo de las Momias ha cobrado protagonismo por sí mismo y debido a una gestión errada ha perdido su vinculación con el cementerio. Es el segundo museo más visitado del país y la principal fuente de ingresos del estado. Sin embargo, éstos no se revierten en la conservación del antiguo panteón del cual provienen los restos humanos que se exhiben en sus vitrinas. Los escasos programas para incentivar las visitas al cementerio – semi abandonado y ruinoso – se justifican institucionalmente como opción para aliviar los horarios de mayor demanda del museo, pero no como fin en sí mismas.
Aquel lugar en que viudas, hermanas e hijas enlutadas encontraron consuelo llevando flores y contemplando el paisaje durante unos cien años, con sus funciones y su valor social formó parte viva del imaginario local. Su reconocimiento como parte del paisaje urbano requiere ser revisado para sus sostenibilidad. El Panteón de Santa Paula, más que un apéndice del show de las momias- cuya exhibición debe considerar los derechos humanos de los difuntos y sus descendientes - es un cementerio con valor patrimonial.
