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MÓNICA SILVA CONTRERAS

Acciones temporales, pero indebidas

Resulta molesta la acción de emplazar tinglados para espectáculos delante de edificios y monumentos paradigmáticos como se acostumbra en el centro de la Ciudad de México. Así ocurrió delante del Palacio de Bellas Artes, con motivo de un evento recreativo, durante el fin de semana del pasado 26 de octubre.

Un edificio con magnífica historia, testigo y testimonio de toda una era mexicana, parte del perímetro declarado en la Lista de Patrimonio Mundial de UNESCO – de hecho, su imagen de presentación (http://whc.unesco.org/en/list/412), visitada en noviembre 2013) - fue literalmente oculto a la vista de los transeúntes. Qué decepción para quienes suben a la terraza-café en el edificio frente al Palacio, para no poder hacer la foto ideal del magnífico edifico, iniciado por Adamo Boari en 1904 y terminado por Federico Mariscal treinta años más tarde.

Resulta arbitrario e inmerecido – tanto para el edificio como para los ciudadanos – que la instalación para un show de variedades, aún efímera, haga desmerecer al espacio público, así como deslucir al edificio. El principal protagonista de una magnífica plaza fue depuesto por andamios, bocinas y encandilantes reflectores, lamentablemente lo más apreciado por una decadente “civilización del espectáculo”, al decir de Mario Vargas Llosa. Habiendo tantos lugares en la ciudad que podrían legitimarse como espacios de esparcimiento.

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